Esta es la historia de Victorio Pipe Ramis, el pibe que con su esfuerzo y dedicación demostró que los sueños se pueden hacer realidad.
Miles y miles de sufridos corazones angustiados debido a los desafortunados resultados del equipo de sus amores le venían pidiendo a Santa Rita a San Cayetano y a San Roque, otros, se ponían un color de medias en especial o alguna ropa interior que se pudiera utilizar como amuleto de la suerte. “Esta vez se nos tiene que dar” más que una frase con convicciones, sonaba como un ruego al cielo.
Pipe Ramis con su taco, alteró los estados y la gente volvió a sonreír, esa tarde en Formosa, Ramis pasó a integrar el grupo de los selectos ídolos de Talleres de Córdoba. Pero esta historia de amor comenzó a mediados de 1994 cuando Pipe decía presente en este mundo con sus primeros chillidos. “Este bebé nació gritando goles” pronosticó su papá emocionado cuando lo sintió llorar por primera vez. Mientras tanto, el club que se convertiría en uno de sus amores incondicionales, días más tarde, se coronaba campeón y volvía a la categoría de privilegio en el fútbol argentino.
Y así será toda la vida. El destino de Victorio entrelazado al de su Talleres.
Con nueve años cumplidos, Ramis se presentó en una prueba de fútbol organizada por Talleres: “Todas las inferiores las hice en Talleres, empecé a los 9 años con una prueba que ví en el diario, fui con mi hermano y quedé. Toda esta locura del fútbol, de Talleres, empezó desde muy chico”. Todo esto, requirió un esfuerzo enorme de su familia: “Mis padres me han acompañado en el fútbol, en el colegio, en lo que era ir a los entrenamientos, la verdad que se hacía bastante difícil. Mi papá trabajaba para que yo pueda alimentarme bien y para pagarme los colectivos. Mi mamá era la que me acompañaba porque era chico y los entrenamientos quedaban bastante lejos. La verdad que tuve una compañía de padres y hermanos muy buena, no me puedo quejar para nada”.
Entre idas a la cancha y tardes de living en la tele, el fana Ramis sonreía y lagrimeaba por su querido Talleres. Cada noche, él apoyaba la cabeza en su almohada y soñaba que con un cabezazo certero superaba al arquero adversario, que con un derechazo desde fuera del área, la clavaba en el ángulo superior izquierdo y que le hacía un gol de taco al equipo contrario. Pero los sueños, ¿Sueños son? No, los sueños se pueden convertir en pura realidad.
En la vida de un deportista profesional no todas son rosas, se requiere mucho sacrificio, perseverancia y esfuerzo. Mientras algunos amigos se iban al Sargento Cabral a ver a la Mona o al estadio del centro a ver a trula, Victorio elegía quedarse en casa descansando porque al otro día tenía partido a las 9. Lo mismo sucede con la alimentación, no todos los días se puede comer un asado o una hamburguesa de Mc. Las frutas, los cereales, el pescado y las pastas, con alguna salsa liviana, se convirtieron en una norma de conducta en la vida de Pipe para estar saludable y fuerte.
El 9 de mayo de 2014, llegó el ansiado día. Ramis había firmado su primer contrato como futbolista profesional: “Un día voy al entrenamiento y me informan que empezaría a entrenar con el plantel de primera. Yo no sabía si estaba contento, si estaba nervioso, no sabía lo que venía, lo que podría llegar a ser. Uno siempre tiene ese miedo a que no lo acepten y estar con jugadores que vos veías por la tele o ibas a la cancha a verlos. Tenerlos de compañeros era algo nuevo y distinto. Cuando debuté en mi primer partido fue como fue como un sueño y ahí me di cuenta de que era un futbolista profesional”. Su debut profesional se dio un 26 de mayo, con tan solo 20 años, en un partido ante Huracán en Parque Patricios. Su primer gol oficial lo marcó ante Defensores de Belgrano de Villa Ramallo en el torneo Argentino A.
Como jugador de fútbol, las pálidas no tardaron en llegar. Fue testigo presencial de las finales perdidas por Talleres en Junín con Unión de Mar del Plata y en el mismísimo Mario Alberto Kempes frente Gimnasia y Esgrima de Mendoza. Pero, como lo afirma el viejo dicho, “Como en la vida, el fútbol siempre da revancha”.
La cita tenía día, fecha, hora y lugar. El martes 27 de octubre de 2015, en la calurosa y húmeda Formosa, el pistolero se vestiría de héroe y transformaría las lágrimas de tristeza en estallidos de alegría.
Pasaban los minutos y el marcador estaba en blanco. Talleres necesitaba ganar. El Indio Barrionuevo se resintió de una lesión y Kudelka perdió un jugador clave cuando iban 23 minutos del primer tiempo. Frank lo llamó a Pipe que estaba sentando en el banco y le dijo: “Entra y hace el gol del ascenso”. Ya en el segundo tiempo, faltaban 36 minutos y Ramis había tenido su oportunidad mano a mano con el arquero rival: ¨Sabía que estaba cerca del gol, me había quedado con esa espina¨.
Se cumplían nueve minutos del segundo tiempo cuando Córdoba empezó a temblar como si fuese un movimiento telúrico en lo más alto de la escala de Richter. Un tiro libre desde la derecha, un cabezazo que impactó en el travesaño, una media vuelta fallida y Ramis con la picardía de todo 9, recordó lo que le había dicho el preparador físico del club: ¨Siempre buscala en el segundo palo¨ Pipe la buscó y con un taco certero, mandó la pelota adentro del arco. Ramis había convertido el gol de sus sueños: ¨Cuando hice el gol estaba muy emocionado y lo único que quería era ir a abrazar a mi familia y poder festejar con ellos. Mi mamá tiene una enfermedad en los huesos y viajó hasta Formosa donde hacia muchísimo calor, fue un viaje larguísimo. Mi hermano y mi hermana la acompañaron a mi mama y mi papa no pudo viajar por el trabajo. El gol más importante de mi carrera fue ese, por el significado, por lo que se dio, por lo que la peleamos con ese grupo. Ese siempre va a ser mi mejor gol y a parte salir de ese infierno que estaba siendo para nosotros fue un placer, cada vez nos costaba más. Ese gol fue muy importante para mí en lo personal, me marcó mucho y la gente hasta el día de hoy me lo agradece”.
Fue todo fiesta. Una vez más, el viejo y glorioso Talleres, de la mano de Pipe, salía del tan temido infierno, y se ubicaba en el limbo de la B Nacional. Nadie iba a descansar hasta depositar una vez más a Talleres en primera: “El proceso en el Argentino A y en la B Nacional fueron temporadas muy duras, pero fueron las mejores, compartir con compañeros extraordinarios, conocer jugadores de muy buen nivel, jugadores que la remaron y la pelearon por el club. En un año y medio estábamos en primera, fueron los mejores años que viví en el futbol. Mi compañero compinche fue Bebelo Reynoso, es un jugador que lo conozco por lo menos desde los 15 años, siempre fue compinche mío, concentrábamos juntos e íbamos a comer. Después se nos unieron el Cholo Guiñazú y Gonzalo Klusener, éramos un grupo muy lindo y no me arrepiento de nada haber compartido con ellos”.
Sin dudas, el Cholo Guiñazú fue una especie de hermano mayor en el grupo y Pipe sintió su enorme apoyo y aprendió de sus enseñanzas: “El Cholo Guiñazú te contagia su personalidad, la garra, la pasión por el fútbol, lo que es meterle cuando las cosas no salen bien. Hoy en día puedo decir tranquilamente que somos amigos y es una persona a la que quiero mucho, hasta el día de hoy seguimos hablando y eso lo bueno, cuando una persona así se lleva bien con la otra y conoce a un jugador de esas características, en lo personal y como hincha te puedo decir que estoy agradecido. Personalmente lo veo más como mi amigo que como jugador”.
Hoy esos dos corazones transitan por caminos distintos con la misma pasión y los mismos colores, uno encumbrado en el torneo principal de la Argentina y el otro desparramando goles por la geografía Nacional. Tienen algo en común, su sangre es azul y blanca. Seguramente el tiempo los volverá a reencontrar.