POR LA CAMISETA

Córdoba - ARG

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Decisiones cuestionables, prioridades diferentes a la de la mayoría de los hinchas y un mal funcionamiento del equipo, fueron los detonantes para que Talleres se quedara con las manos vacías en la Copa de la Liga.

Por Esteban Migliazzo:

Las expectativas eran muchas y la gente tenía sus razones para soñar con un campeonato. No todos los clubes se pueden dar el lujo de contar en sus planteles con jugadores de la talla de Herrera, Benavidez, Botta y Sosa. Pero como todo en la vida, si no se toma el rumbo correcto y a las cosas no se las ubica en el lugar que les corresponden, seguramente el objetivo quedará desvanecido.

La realidad, es que salvo frente a San Pablo, el equipo de Ribonetto jamás le impuso sus condiciones a los rivales y jugó a lo que ellos le proponían. Es así como la T dejó en el camino puntos frente a equipos que decididamente no estaban a su estatura. GELP, Instituto, Belgrano, Barracas Central, Banfield e Independiente de Mendoza son la prueba más palpable de que algo no funcionó en Talleres.

Ribonetto

Está claro que al DT le faltaban muchas horas de vuelo para hacerse cargo de semejante desafío. Hasta el día de hoy, muchos se preguntan: “A qué juega Talleres?”

No hubo un sello de pertenencia en su línea de juego. No presionaba, no jugaba al contragolpe y no tenía jugadas preparadas. Al Matador lo salvaban Guido, Ruben y Ramón. Esa pareció ser la única carta de un equipo que muchas veces ingresó “dormido” o sin la actitud que se debe tener para ganar un clásico o un partido decisivo.

Con este panorama, está claro que Talleres necesita resolver dos cuestiones:

1. ¿Cuál es la prioridad? ¿El campeonato económico que ofrece la Copa Libertadores o la gloria deportiva que brinda el campeonato local?

2. Talleres necesita un conductor que desde el banco de suplentes ordene un plantel que hasta ahora no ha logrado llenar las expectativas que se habían generado.