Los cambios constantes que se producen en el club como consecuencia de los intereses económicos de Fassi, provocan que Talleres tenga un techo y no pueda aspirar a ganar un campeonato.
Por Esteban Migliazzo.
Se fueron Santos, Valoyes, Franco, Oliva, Alves, Buffarini (ordenaba el vestuario) y Pasquini entre otros. Llegaron Molina, Riveros, Vallejos, Pozzo, Angulo y algunos más. ¿Entonces qué pretenden? Pasa lo que tenía que suceder. Se desarticulan los grupos humanos y los planteles cada 6 meses.
¿Por qué? Sencillamente porque Talleres funciona al ritmo de los intereses económicos personales de Andrés Fassi y no de acuerdo a las prioridades deportivas de un club de fútbol que pretende ganar un campeonato.
No caben dudas de que Fassi ha hecho infinidad de cosas bien. Sacó a Talleres del infierno y lo hizo crecer. Eso no está en discusión. Pero, de ahí a que sus principales prioridades sean las mismas que tienen los socios e hinchas, hay un abismo.
Uno prioriza su bolsillo porque trabaja de eso y los fanáticos pretenden un poco más de audacia y correr ciertos riesgos para ganar al menos un campeonato.
No vengan con el latiguillo “Llegamos a dos finales” porque todos saben que la T se podría haber quedado afuera frente a Chaco o Independiente por penales varias rondas antes. Si hasta ni los más allegados imaginaron llegar tan lejos en Libertadores y en la Copa Argentina.
Es así de simple: Mientras conduzca Fassi, el club estará ordenado y será un partener entusiasta de los torneos pero estará lejos de lograr el título. Podrá ganar el clásico y pasar a Boca en la Copa Argentina, y nada hará cambiar la esencia de un club que por ahora es un espacio que se utiliza para el deporte y los negocios.
Una cuestión más e importante. Un gigante como Talleres, hoy depende de una sola persona. Eso siempre será un riesgo.