Una vez más, en Talleres está cerca de apagarse otra ilusión. Los más preocupante, es que se hace notorio que las soluciones para que el equipo recupere su nivel de juego, depende de incorporaciones que al menos en lo que resta del año, ya no llegarán.
Por Esteban Migliazzo:
Una vez más y ya van… Esta situación pareciera ser un “déjà vu” repetido en la vida del Matador. Se arma un equipo competitivo, algunos jugadores se destacan, se los vende a mitad de año, se recauda mucho dinero y se los reemplaza con saldos y retazos. Este es el círculo vicioso en el que Talleres se encuentra inmerso hace más de seis años, cuando el Grupo Pachuca se retiró y el club quedó en manos de Andrés Fassi.
No es posible aspirar a algo importante si se cambia el caballo continuamente en el medio del río. El Presidente argumenta que el proyecto es a “30 años”, pero diez han sido suficientes para entender, que a Fassi le interesan otras cosas por sobre el resultado deportivo del Matador. Es mentira que para salir campeón haya que embargarse.
Las comparaciones suelen ser antipáticas, pero basta con ver cómo procede Juan Sebastian Verón en Estudiantes de La Plata, quien tiene un predicamento parecido al de Fassi, pero con resultados deportivos muy diferentes. El problema es futbolístico, pero por sobre todas las cosas, lo que está fallando hoy en Talleres, es la conducción que siempre le echa la culpa a jugadores y técnicos, además de exigirle a la gente esfuerzos constantes a cambio de recordarles que alguna vez Talleres estuvo quebrado y jugó el Argentino.
Talleres es demasiado grande para depender de una sola familia. Talleres debe ser una gran familia, pero de muchos apellidos.